
Hola, mi nombre es Danuska Maurera, vivo en Barcelona, Venezuela.
Para mi el duelo no es una fase como dice la gente, es una forma en la cual, quienes perdimos un ser querido, aprendemos a vivir.
En mi caso fue mi hijo el que falleció y es la experiencia más dolorosa que me tocó vivir y la verdad que no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Mi hijo, Marcelo, nació con 31 semanas de gestación. Tuve un parto adelantado debido a una infección asintomática y los médicos nada pudieron hacer para evitar que ocurriera, me hicieron la cesárea el 6 de diciembre de 2019 y luego de 10 días en cuidados intensivos neonatales mi pequeño abrió sus alitas y se fue con Dios.
Como era de esperarse mi mundo y el de mi esposo se vino abajo. Le pregunté a Dios tantas veces que por qué me había hecho eso, Nos había hecho eso. Me culpé por no haberme dado cuenta de nada, por no haber podido hacer nada. En fin, han sido momentos muy amargos.
Ya ha pasado poco más de un año de esa difícil prueba que Dios me puso y, aunque hay ocasiones en las cuales no puedo evitar llorar al recordar lo que pasó e incluso al imaginar cómo podría estar mi vida de diferente si mi hijo hubiese sobrevivido, mi esposo y yo, poco a poco, nos hemos sentido mejor con nosotros mismos.
Creo que una de las razones por las cuales me levanté y sonreí a la vida, no igual que antes, sino diferente, es mi esposo (No es un santo tampoco, no crean) pero vivimos solos, lejos de nuestras familias y, aunque quizás yo hubiese querido quedarme, echada en una cama lamentándome o sin comer por días, solo llorando a Marcelo, pues poco a poco, tuve que incorporarme a la vida diaria.
Si no limpiamos, nadie lo hará por nosotros, si no hago la comida nadie me la hará y por eso creo que, con todo y el dolor que ambos sentíamos no tuvimos otra opción que seguir adelante.
Cuento lo anterior porque supe de una amiga muy querida que pasó por lo mismo que yo y ella estuvo dos años sin hablar y sin salir de su cuarto. Vivía con su mamá, quien la apoyó en ese ciclo. No crítico, enhorabuena que ella tuvo ese tipo de apoyo. En mi caso no fue así y, al menos a mi, me aceleró un poco refugiarme en las actividades diarias.

Marcelo es nuestro primer hijo, y digo es porque mi hijo está presente, aunque esté con Dios. Hasta ahora no hemos tenido más bebés, seguimos solo siendo mi esposo y yo, al menos por ahora y mientras Dios así lo quiera.
Le mando un beso y un abrazo a todas aquellas mujeres y hombres que han afrontado el duro golpe de perder un hijo, es algo que nos ha marcado de por vida, pero sólo el por qué Dios lo sabe.
Él escucha todas nuestras oraciones, pero a veces la respuesta es no.
Los abrazo en su dolor, porque también es el mío.
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